/Por: Raúl Yero García/
El viento me trae el olor del sazón de abuela y el humo del carbón de aquel roble del patio. Entonces, me doy cuenta de que regreso. No al lugar, sino al pasado...
A ese rincón donde el consejo de madre era abrigo, y el silencio de padre, ternura.
Paredes fieles que aún resguardan nuestros secretos, como polvo que cubre toda la huella...
Y cada mirada, cada quejido remiso del placer de nuestra mocedad, sobre las sábanas húmedas, quedaban estampados también sobre la orilla de aquel cómplice riachuelo...
¿Vivimos distantes, o defasados?
Hoy, la existencia es urgencia, oscuridad, incertidumbre, vanalidad...
Se deshacen, en instantes, vidas, planos, páramos y aldeas.Se respira temor como el primer día, por el hedor de las almas truncas...A veces me pregunto si es un sueño.Y en la mirada perdida, que busca y no encuentra, yace mi esperanza...

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