"La voz de un Duende"...!!
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Figura de un Duende |
Por: Raúl Yero García
Sentado a sus anchas, debajo de aquel frondoso flamboyán que rodeaban ávidos e intrusos cazadores de historias - entre los que me encontraba yo -, aquel añoso señor, con suntuosa vehemencia, comenzaba así su relato, a la vez que se golpeaba con su índice derecho, en la frente:
-A pesar de haber transcurrido tantos años, aún revoletean nítidos recuerdos, dentro de esta vieja y dura cabeza, que pertenecen a esa pasada época.
Y continuaba diciendo: -Buena parte de lo vivido en mi niñez y en mi juventud, están aquí adentro. La bonanza que se vivía entonces, muchachos, era fruto del férreo espíritu de natos emprendedores que, aquí, en este pequeño pueblo lograron establecerse como dueños de pequeños y medianos negocios. Aquí no faltaba nada. Baire, era una tasita de oro. Habían varios servicentros, farmacias, escuelas primarias, bodegas, bares, terrazas y otros comercios con abundantes, variadas y estables ofertas.
-¡ Había comida, mucha comida!
-Entre esos emprendedores, existieron chinos y españoles que, centavo a centavo, lograron convertirse en prósperos comerciantes.
-A sus parientes y amigos de esas lejanas tierras, contaban que el cubano era despilfarrador; que con cien pesos se creía rico. Ninguno de ustedes había nacido, entonces, o estaban muy chiquitos, pero sus padres o abuelos sí deben recordar algo de esto que les cuento.
-¡Qué época aquella, carajo!. Exclamaba el viejo. Y seguía su relato:
-Sin dudas, no todo era color de rosa. Había que trabajar duro, muy duro y por unos pocos centavos. Yo mismo, como muchos entonces, trabajé desde niño.
-Ahora se ha distorsionado, por completo, el concepto del trabajo. Hoy en día, usted ve jóvenes que hay que ponerle el plato de comida en la mesa, sin disparar un chicharo y los ve pa´rriba y pa´bajo con un celular en la mano que cuesta un ojo y parte del otro. Terminan sus estudios y se quedan en la calle. Ahí comienzan a vivir del "invento"... La familia y el propio gobierno los consienten demasiado. Quizás también no haya incentivo ni motivación para que se trabaje así de esa forma.
-¡Vaya usted a saber! Sin trabajo no hay riquezas, muchachos. Pero a esos "señores comerciantes", al cabo de tantos años, los recordamos, muchos de nosotros, como a una especie de seres benefactores que siempre estaban dispuestos, a revelar las coordenadas exactas, para que también pudiéramos acceder confiadamente a ellos, a mitigar nuestra sed de vida, los de mi clase social. Sí, mi familia era pobre; muy pobre. [Acotó el elocuente paisano].
-Mis padres no se podían dar el lujo de enviarnos a escuelas de enseñanza superior, ni a la universidad…
-También muchos no sabían leer ni escribir. Sobre todo los del campo. Yo hice hasta el cuarto grado nada más. Pero me gustó leer siempre.
-Mi padre compraba publicaciones de la época y yo las leía.
Detuvo sus palabras y procurando al cielo infinito, lanzó un clamor de piedad, desde sus entrañas, al "Dios Todo Poderoso".... Luego continuó su vehemente confesión:
-Pero los que, desde esa precariedad económica y social nos esforzábamos [como mi padre y yo(hijo mayor)] y - además - honrábamos, en tiempo y forma, nuestro compromiso moral con el dueño de la bodega, mostrando agradecimiento, y honorabilidad, por habernos permitido "coger fia´o", no nos faltaban, cada navidad, los buenos vinos, los turrones importados, uvas, manzanas y muchas cosas más.
-Nosotros criábamos los puercos con palmiche. Eso se ha perdido. Nunca nos faltaba la grasa.
-Recuerdo que en mi casa conservábamos la carne frita dentro de la manteca. En depósitos de lata, pues no teníamos refrigeración. El vago y el sinvergüenza eran los que pasaban hambre.
Calló de nuevo, y en alta voz profirió:
-¡Que el señor le dé luz infinita a Pablo; el dueño de la bodega del barrio. Que lo resguarde muy bien en esa eternidad que tarde o temprano habitaremos también los seres incautos!
Y continuó diciendo:
-Hoy asombra, a muchos, que, siendo visible y esperanzadora esa realidad, con notables rasgos de bonanza, no existieran durante todo ese período, vestigios alardosos, de los que delinearon, desde los primeros trazos fundacionales, un modo de existencia que, muy bien, pudo perdurar hasta nuestros días, con sólo proponerse hacerle algunas necesarias correcciones, en su fisonomía estructural, para afianzar, aún más, su carácter humanista y futurista..
Volvió a callar. Meditó por unos segundos y abanicando su cabeza con la vista clavada en la tierra echó un suspiro y continuó con un alto vuelo filosófico:
-Pero de un momento a otro, empezaron a cambiar las cosas y las asumimos como necesarias y prometedoras.
-Soplaban "aires renovadores" y, con ellos, timón y normas de una nueva época. Nos hicieron "propietarios" de tierra fértil. Así me incorporé a las nuevas tareas y al estudio, alcanzando el 12° grado.
-Transcurrieron los primeros diez años. Luego otros más.
-Parecía que resultaría, todo, sin navegar en aguas turbulentas que rompieran el sosiego e impusieran enormes sacrificios.
-Pero comenzaron a prevalecer, entonces, las fuerzas motrices que, casi siempre, estimulan la improvisación y la interpretación errónea que impiden vislumbrar el verdadero y confiable sendero para configurar y consolidar una sólida economía que impactara favorablemente en la conciencia individual y social, como garantía futura.
-Con el tiempo, al cabo de unos pocos lustros, afloraron rasgos que anunciaban el advenimiento de disímiles fisuras en las supuestas fortalezas y que no fueron corregidas oportunamente.
-Dejé mis mejores 45 años al sector agrícola, pero no me arrepiento de nada. Hoy estoy jubilado. Mi casa se moja. Ahora, en estas circunstancias, qué más podría hacer por mí.
El experimentado relator consultó su reloj "Poljot", y concluyó expresando:
-¡Que lástima!. A estas alturas no han comprendido, aún, que urge generar cambios estructurales; profundos, para apuntalar una obra que, sin lugar a dudas, puede llegar a consolidarse con aires propios de prosperidad, sólo atemperándola a los nuevos tiempos, sin prejuicios ni dogmas. Pero eso sí, olvidándonos del cacareado bloqueo. A fin de cuentas ha estado por más de 60 años, y seguirá estándolo, quien sabe hasta cuando.
Así terminó la pausada y reflexiva confesión de un viejo "Duende"(dar clic) que, quizás sin proponérselo, nos llevó al pasado e iluminó el camino hacia el futuro. Nostálgico, se le vio alejarse, con lento andar, reincorporándose al trillado cauce de su infortunio…!!
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