"Un insuficiente homenaje a Eduard, para traerlo de vuelta"...

Por: Jorge Labañino Legrá

Con los bríos del huracán Irma ya golpeando las costas de Santiago de Cuba, así, abandonó su cuerpo hacia la eternidad Eduard Encina Ramirez* un 8 de septiembre de 2017. Todas las perdidas eran imaginables menos esta. Quien lo conoció lo lloró sin remedio. Comparto hoy un menudo fragmento del estudio que realizo en torno a sus textos de opinión, los que quedaron dispersos en blogs, entrevistas, conferencias, intervenciones, ponencias y apuntes tras su terrible y abrupta partida. Un insuficiente homenaje para traerlo de vuelta. 

TEXTO

Le llamábamos Mambí, porque  lo suyo era una carga a galope por la cultura abriéndose paso dentro de la manigua institucional. Le salía bien, estaba destinado a ello.  No por gusto su último libro se tituló Manigua pues Eduard parecía sentirse en un contexto tan conflictivo como el de aquellos campesinos guerreros del XIX dispuestos siempre al adegüello y al sacrificio por lo justo. Los  estudió con admiración. 

Las principales polémicas en las que participó y el pensamiento vertido en ellas estuvieron dirigidas a extirpar la gran indiferencia que existe en los espacios públicos en torno a los procesos políticos, culturales y sociales, de manera que estacionan la fisonomía del país en medio de un mundo constantemente cambiante. Por ello hablaba de construir ZONAS DE FE. No se trataba de un espacio geográfico, sino de una instancia psíquica o espiritual para la resistencia, la acción cultural y cívica. En una entrevista realizada por Reynaldo Cedeño, Eduard Encina opinaba que para lograr estas ZONAS se debía trabajar con la memoria y la historia, “…despojarla de lo verborraico, lo tullido, y recuperar la libertad individual para poder participar en el sueño de todos”. Aquí Encina realiza ya una discriminación que saca a relieve dos áreas sobre la que debe golpear el cincel de la gestión durante el proceso de construcción de estas Zonas, pero sobre todo apunta hacia un sistema institucional que ha naufragado. Lancemos un vistazo. 

Lo institucional dentro de la extensión patriótica ha venido operando hasta hoy a través de una mirada hacia lo histórico que ha estado parasitada por lo que Eduard delimita como lo verborraico, lo tullido, y es a través de esta morbosidad en las instituciones que se realiza un rapto, a partir de regulaciones y normativas, de eso que también llamó la libertad individual para poder participar en el sueño de todos. Véase como lo argumenta en otra entrevista concedida al poeta Frank Kastel. 

“… reflexionar sobre la ritualización de la historia, es vergonzoso. Les arrebataron sus pertenencias a los pueblos y las institucionalizaron, les aniquilaron sus contenidos. Desde una oficina … se dictan los aniversarios cerrados o abiertos, si los descendientes de esos héroes pueden o no rendir homenajes, cómo, cuándo y dónde, etc. Hasta a las calles les quitaron los nombres de los patriotas para ponerles avenida tal, o calle 1, 2, 3, at infinitum. Es la debacle, la gente perdió el contacto con sus raíces”. (“No estamos contentos, ni conformes, ni en silencio”.)

Para poder curar esas dos morbosidades (lo verborraico, lo tullido, y el rapto de la libertad individual para poder participar en el sueño de todos,) Eduard postuló el uso de la palabra como la más potente entidad terapéutica. Una de las últimas prosas escritas antes de su muerte, fue la conferencia que impartiera en el Festival de Poesía de Medellín (julio, 2017) que tituló: La poesía y los poderes invisibles de la verdad. Allí valoraba el uso que hacen de la palabra dos sistemas de expresión tan diferentes como la política y la literatura:

 “La primera se afana en articular resortes ideológicos, siempre desde un discurso parcializador y homogenizante, y la segunda desde la conformación de una sensibilidad cuestionadora y de resistencia”. 

Eduard acostumbraba a reiterar constantemente y en diferentes espacios la necesidad, palpable en la literatura, de un lenguaje que logre remover la opinión pública, rescatarla de la inercia y devolverle el poder desacralizante, convencido de que:

 “Mantener energizada la creación poética es una de las formas más eficientes para contrarrestar cualquier gesto totalizador”. (La poesía y los poderes invisibles de la verdad, conferencia impartida en Colombia,Julio de 2017)

Confiaba en que la literatura es capaz de actuar en la conciencia y despertar nociones de verdad y, sobre todo, conductas. Nunca menguó su fe en “…la literatura como un elemento por donde se encausan flujos de pensamiento y contradicciones de la sociedad”. (La Cuba marginal y la Cuba marginada I. Cimarronzueloriental.cu.blogspot). Todo este apego a la escritura como medio de engendrar el cambio en lo histórico, puede verse mejor compactado en lo que más de una vez le escuché declarar con justificada ostentación: “la historia antes de ser acto es verbo”.

Sin embargo, en un contexto nacional articulado en lo lo verborraico y tullido, Eduard advirtió sobre  una clase de intelectual que prefiere adaptarse cómodamente, y mantenerse flotando en la sopa de turno. Esta especie de intelectual opta por una neutralidad con alardes de activismo antes que forcejear, disentir y convertirse en resistencia. Esa, según él, es la causa de que cundan y permanezcan pétreas las homogenizaciones del sistema de cultura que han venido pervirtiendo los procesos hasta convertirlos en estériles, cuyo peso y jerarquía dentro de los circuitos oficiales neutraliza al verdadero pensamiento y a la auténtica acción. Para Encina era inexplicable que desde las mismas instituciones culturales se expresaran “ideas de cambios” que terminaban “atascadas en la idea, no trascienden a la responsabilidad de actuar con hechos concretos”. Empeñados en “intervenir” o “rescatar las tradiciones”, han desnaturalizado esos procesos, arrebatándole a la gente el protagonismo, convirtiendo en “oficial” un acto espontáneo, contaminándolo con una verborrea que todo lo trivializa (La Cuba Marginal y la Cuba marginada (III). Mejor el resbalón que la patria encima). Por otra parte, se lamentó también del modo en que la burocracia ha distorsionado al apóstol José Martí, haciendo que sea desplazado del gusto público.

Una de las acciones más sonada de Eduard a favor de rescatar lo que, ya habíamos visto, llamó la libertad individual para poder participar en el sueño de todos,  ocurrió durante su intervención congreso de la AHS, 2013,  allí enfatizó la carencia de valentía política en el periodismo cubano, que por esta circunstancias era urgente la necesidad de una intervención del periodista intelectual (esto llegó a subrayarlo en varios espacios). ¿En qué consistía esta idea del Intelectual periodista? Se trata, según él, de la responsabilidad de un escritor que ya no se conforma con fabular, ficcionar con la materia que escarba de la realidad, sino de transmitir comprensiones del mundo.  No tenía dudas, su existencia le parecía más necesaria que en cualquier otro periodo histórico de Cuba, debido a las lagunas del periodismo oficial y la ausencia de intrepidez política, sobre todo porque un verdadero intelectual debe ser un creador de opinión.

Tras la transmisión decapitada que realizó la tv cubana de sus palabras en aquel congreso, se sintió obligado a realizar un post aclaratorio que tituló Habrá más Revolución cuando haya menos hipocresía (blogspotcimarronzuelo.cu), allí el poeta volvió a sonar su adeguello:

“…dije, (que hay que acabar)con el estigma del miedo y la hipocresía, dejando entrever que los jóvenes no solo necesitamos que nos digan que confían en nosotros y que el relevo está asegurado, sino que eso había que convertirlo en una realidad concreta, desatando la cultura del diálogo, pero también de la acción. (que había) que borrar la frasecita sospechosa y bastante usada por el burocratismo, al acusarnos de “hacerle el juego al enemigo”, cada vez que nos expresamos de manera crítica. El enemigo está en nosotros, lo llevamos dentro, solo que a los camaleónicos les conviene alimentarlo y a otros no nos da la gana de darle cabida”.

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* Eduard Encina Ramírez: (Baire 1973- 2017. Narrador, poeta y artista plástico. Fue miembro de la UNEAC. Fundador del Grupo Literato " Café Bonaparte".)

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Jorge Labañino Legrá: (Baracoa, Guantánamo, 1969. Narrador y poeta. Reside en Baire)


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