"Jacinto y su verdad"...!!
Día tras día, los ruidosos carros contenedores de basura tirados por trabajadores de "COMUNALES", me despiertan, sin variación, a las 4:00 de la madrugada. Luego se hace sentir el contínuo chasquido del barrido de escobas y escobillones improvisados por la iniciativa forzada a crear, casi de la nada, para poder cumplir la muy exigente norma de trabajo, salida - al parecer - de una maquiavélica imaginación que, seguro estoy, ignora la magnitud del sobreesfuerzo humano que demanda la misma en medio de la escasez material, la oscuridad y el calor asfixiante del verano cubano. Muchas veces, careciendo de los más elementales medios de protección personal que exige la legislación vigente, ya sea porque se ha tornado insostenible para el estado o por descuido institucional.
Días atrás le confesaba a un grupo de ellos que sólo en Baire yo había visto esa manera excesiva de laborar. En la propia capital (la Habana) lo había podido constatar.
Y no creo que exagero al sostener - invariablemente - el criterio de catalogar esa actitud de consagración y extrema nobleza, como expresión anacrónica en un panorama cuya realidad apunta, muchas veces, a la abulia, al desinterés y a la ineficiencia laboral...
Lo digo con toda la fuerza pasional, del que ha conformado una caracterización cabal y objetiva del obrero comunal a través de 66 años de relaciones humanas de respeto y consideración hacia ellos, que consolidan, aún más, mi convicción, y la de muchos coterráneos, sobre la valía humana de este disciplinado y laborioso colectivo laboral bairero.
Precisamente hoy sábado 23 de abril /2022, (día lluvioso) exactamente a las 12:15 p.m., aquilatando las inminentes circunstancias climáticas que podían acecharnos de inmediato, me detuve a intercambiar con Jacinto, experimentado y añoso obrero del sector, cuando, en efecto, una pertinaz ventolera con fina lluvia hizo acto de presencia pretendiendo poner fín a su empeño de lustrar, quizás por tercera vez, un largo y complejo tramo de los contenes de la carretera central del poblado. Pero él insistía en avanzar.
Más que la curiosidad, fue la lástima inspirada por la sobredimensionada humildad mostrada por Jacinto, la que me despertó la indignación que me obligó a sobrepasar los límites de la indiferencia y la discreción, preguntándole tajantemente:
-¿¡Jacinto, por qué usted está trabajando a esta hora y en estas condiciones!?
A lo que contestó:
-Debo trabajar hoy por la tarde y mañana domingo por la mañana. Pero esta escoba y mis zapatos no me acompañan. Tampoco tengo guantes y me exigen que debo eliminar de la vía pública, hasta el último vestigio de los montículos de heces fecales diseminados por todos lados, salidos de las bestias que diambulan constantemente por el poblado, porque cocheros y carretoneros, sencillamente no cumplen con el deber cívico de evitar que se expulsen al suelo.
Continué mi interrogatorio :
-¿Y ya usted almorzó?
Su respuesta fue, aún, más desgarradora:
-Raúl…, he intentado pero no he podido...
-Llevo conmigo una tristeza que me está carcomiendo el alma. Se lo juro por lo más sagrado. Hago un esfuerzo sobrehumano para cumplir. Pero a nadie le interesa mi situación. Me siento acorralado. La artritis invade mis huesos y ahora me dicen que tengo que trabajar cinco años más, para completar el tiempo de servicio que exige la ley. No sé si pueda llegar allá.
No pude sostener ni por un instante más, el diálogo con Jacinto. Sin despedirme, sin agradecer su confesión, di las espaldas a mi sufrido y espontáneo interlocutor. Un aluvión de lástima e impotencia copó mi mente y me aniquiló, por completo, los ánimos de continuar camino. Retorné a casa, saboreando, en cada paso, el fuerte amargo de unas lágrimas que sé, no compensarán, jamás, el lamentable y triste infortunio de seres, como Jacinto, atados, sin desagravios, a la vastedad avasallante, de la insensatez y la insensibilidad humana…!!
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